Cuentos completos by Robert Graves

Cuentos completos by Robert Graves

autor:Robert Graves [Graves, Robert]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Histórico, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1996-01-01T05:00:00+00:00


¿ALGUNA VEZ HA TENIDO UNA LOMBRIZ DE GUINEA?

Se coló en el vagón dándose impulso justo cuando partíamos de Paddington y se sentó enfrente de mí.

—¿Quién dice que perder los nervios no lleva a ninguna parte? —preguntó a la defensiva.

Debía de haber discutido por ese tema con los empleados de la estación, porque desde el andén llegaban unos gritos airados. Un mozo de estación corría paralelo al ferrocarril, sacudiendo el puño y, tras él, vi a otro mozo desparramado en el suelo. Sangraba a borbotones por la nariz. Pero el tren ya había cogido velocidad y no pararía hasta Rugby.

—Hay ocasiones —continuó el hombre— en que no perder los nervios sería moralmente inaceptable. ¿Para qué nos dio nervios Dios, si no es para perderlos? ¡Díganme!

Éramos cuatro en el compartimento, pero ninguno de nosotros contestó. Aunque nos hubiera caído bien el hombre, quedaba todavía mucho trayecto por delante para enfrascarse en una discusión teológica. Pero como yo era el único sin periódico, me dio unos golpecitos en la rodilla.

—Por ejemplo, en un viaje por Egipto —insistió—. Por cierto, ¿ha estado alguna vez en Egipto? Esos guías de El Cairo se pegan como lapas. Está uno acabado si no pierde los nervios con ellos. Un tipo de aspecto sospechoso se le acerca y dice: «Le enseño tumbas de reyes egipcios, todos, grandes y pequeños, barato, barato, cincuenta piastras». «No, gracias —responde uno con educación—. Solo quiero ver el Museo». «Le llevo a Sadoum, en desierto —dice—. Conozco taxi barato, nos lleva por poco. Él, inglés. Yo, inglés. Vemos montón de ministros y reyes antiguos, ahora muertos». «No —insiste uno con menos rotundidad—, de verdad, solo quiero ver el Museo». «Museo malo: egipcio —insiste el hombre—. Yo, inglés. En mi casa de Sadoum hay muchas mujeres: italianas, griegas, inglesas. Y Libro de Muertos. Libro de Muertos antiguo, de verdad, me lo dio Churchill. En 1920 Egipto gobernado por ingleses, serios, buenos. Yo, sirviente de confianza de Lawrence de Arabia, también Churchill. Mire el recorte: Lawrence dice yo ser colmo. Aquí, mire, carta personal de Churchill. Él, mi hermano. Yo, inglés. ¡Yo, buen deportista!». «No —responde uno—. Es muy amable, pero, por favor, solo quiero ver el Museo. Y no me sobran cincuenta piastras». Entonces el hombre le penetra con sus ojos negros azabache y le agarra a uno de la manga: «Digo: le llevo a Sadoum, ¡mi casa! ¡Inglés! Todos los egipcios malos. Yo, inglés: ¡bueno! Me llamo Brown. En Londres, gran hotel. En mi casa tengo Libro de Muertos. Me da cincuenta piastras, vamos a buscar Libro de Muertos… Luego, al Museo…».

Peiné el vagón con ojos suplicantes, pero todos desviaban la mirada.

—Tengo razón, ¿no? Si les muestra uno su punto débil, se le meten dentro de la piel como una lombriz de Guinea. ¿Alguna vez ha tenido alguno de ustedes una lombriz de Guinea? Son una plaga en la Costa de Oro. Se meten en el sistema sanguíneo por el dedo del pie (si uno se baña en la piscina equivocada) y se suben tan contentas por la pierna, y van creciendo y creciendo, pegadas a las venas.



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